A la mañana posterior despertó respirando un fresco olor a lluvia. Bajo el balcón entreabierto, un charco de agua avivaba el rojo oscuro de los ladrillos. Se vistió y fue a a arriba al servicio para ducharse. Fuera, las tejas goteaban sonoramente a todo lo alargado del alero y las higueras se sacudían como gallinas mojadas. El cielo estaba cubierto de nubes sobres que se movían descompuestas entre un relampagueo distante y silencioso. Se aproximó a las higueras. Ahora los higos estaban fofos y aguados.
Fdo por: Mª José Romera
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